Con la derrota ante Pablo Cuevas en las semifinales de Rio de Janeiro, Rafael Nadal ha cerrado la primera parte de la temporada con un balance ciertamente decepcionante: ocho victorias y cuatro derrotas, 16ª posición en la «Race» de la ATP e incapaz por el momento de ganar a un jugador en el top-50. Los cuatro encuentros con jugadores en ese ranking -Djokovic, Verdasco, Thiem y Cuevas- se cuentan por derrotas.

El balear ha dejado pasar dos torneos, teóricamente propicios para él, como Buenos Aires y Rio de Janeiro; la sequía de títulos se remonta ya al pasado verano, en Hamburgo. Y si hablamos de Masters 1000 y Grand Slam  hay que acudir al álbum de Roland Garros 2014 para ver una foto de Nadal mordiendo un trofeo grande.

Los evidentes síntomas de recuperación que mostró en el último tercio de la pasada temporada se han disipado totalmente. No solo eso, su juego actual produce incluso una impresión más negativa que el de los peores momentos de 2015; al fin y al cabo, el año pasado no perdía con jugadores de ranking por debajo del 30, al menos en tierra.

El nivel de Rafa en su partido con Cuevas fue, duele decirlo, bastante pobre: segundo servicio vulnerable, tiros cortos y sin peso, especialmente con la derecha, escasa intención y, sobre todo, muchas dificultades en los desplazamientos, notorios a la hora de retroceder. Cuando Cuevas tiraba profundo, la pelota le ganaba el espacio y se pudieron contar por decenas las ocasiones en las que Rafa tuvo que responder echándose para atrás y con el peso sobre su pie atrasado. Si hay una ley inmutable en tenis es la que enuncia que, sin piernas, los errores sobrevienen inevitablemente.

Con todo lo más preocupante es la resignación -o quizá sea indiferencia- con la que el campeonísimo español parece tomarse esta situación. No solo en la cancha, donde cada vez se muestra más imperturbable a los vaivenes del partido, sino también en sus últimas declaraciones, en las que abunda el conformismo y brilla por su ausencia la autocrítica.

Escuchar a Nadal apelar a la suerte, o afirmar después de una derrota que está jugando bien, que lo ha dado todo y que espera una buena temporada produce severa perplejidad. Si es difícil reconocer a Nadal en la cancha, más aún resulta hacerlo fuera de ella, donde el jugador exigente, realista, autocrítico hasta ser duro consigo mismo y que jamás argumentaba excusas ha desaparecido para dar paso a una versión autocomplaciente y resignada.

Un cambio tan drástico no puede ser por nada. Y es inevitable preguntarse qué está pasando por la cabeza del manacorí. Desde el desconocimiento de lo que pasa en la cocina del clan Nadal solo se puede especular. Hace unas semanas se vio a Rafa hablando para Canal+ España sobre su Academia y mostraba una pasión que hace mucho que no aparece en sus ruedas de prensa. Tampoco son para echar en saco roto las declaraciones de Francis Roig hace solo unos días: «No veo a Rafa en el circuito como 15 o 20 del mundo».

Todo apunta a que Nadal se encuentra en una encrucijada. Debe convencerse de que realmente puede volver a competir a gran nivel. Pero quizá tema que se reproduzcan los episodios de ansiedad de la pasada temporada y, por lo tanto, no quiera forzarse mentalmente. Por ahí podrían comprenderse sus indulgentes declaraciones y su renuencia a hablar de su potencial recuperación. El problema es que, sin exigencia mental, es difícil encontrar la motivación suficiente para entrenar y competir al máximo nivel. Y por ese camino el riesgo es que acabe persuadido de que ya no puede aspirar a los grandes títulos, justo lo contrario de lo que debiera ser su objetivo.

Nadal es un jugador de una trayectoria y un carisma impresionantes. Con 29 años, todos los aficionados esperamos verle unas cuantas temporadas más en las grandes citas y luchando por todo. En un momento en el que Djokovic domina de manera absoluta el circuito, sería muy de agradecer que el español volviera a reñirle los títulos. Desde esa perspectiva, no cabe duda de que el tenis necesita a Nadal. Lo que cabe preguntarse ahora es si Nadal sigue necesitando al tenis.

Gabriel Garcia / thetennisbase.com

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