Actualidad . .

Si algún lunar tiene la impresionante carrera del suizo Roger Federer -89 títulos, 8 de ellos de Grand Slam, 1091 victorias, 59 records ATP y 23 de todos los tiempos, es el resultado de su cara a cara con Rafael Nadal. El manacorí tenía, hasta 2014, un escandaloso saldo contra el suizo de 23 victorias por 10 derrotas; 9-2 en Grand Slam, 14-6 en finales, 13-2 sobre tierra y 9-6 sobre dura. El suizo apenas podía oponer a eso un 2-1 sobre hierba, también con el sabor amargo con el que la final de Wimbledon 2008 sazona ese único resultado positivo.

Unas cifras demoledoras que han sido el principal argumento de aquellos que, como McEnroe o Agassi, han negado al suizo la condición de mejor jugador de todos los tiempos. El razonamiento es sencillo, no puede ser el mejor de siempre cuando en su propia época ha habido un jugador con el que no ha podido.

Nadal ha sido siempre un rival durísimo para el de Basilea. Ya su primer enfrentamiento, en Miami 2004, siendo Nadal apenas un neófito de 17 años y Federer  el campeón vigente de Wimbledon y Australia, se saldó con una rotunda victoria del manacorí 6-3 6-3.

Al año siguiente se volvieron a encontrar sobre las mismas pistas moradas de Florida, ya en la final del torneo. En aquella ocasión Federer se impuso con grandes dificultades, remontando un 0-2 y 1-4 en el tercer set. Fue la última vez que el suizo consiguió empatar el cara a cara con Nadal.

Luego, en el apogeo de la carrera del suizo, llegaron 5 victorias consecutivas de Rafa. El mundo se frotaba los ojos viendo como aquel teenager de camiseta sin mangas y pantalones piratas ponía en jaque una y otra vez al monarca indiscutible del tenis.

Rafa había dado con la clave. Una capacidad defensiva prodigiosa que obligaba a Federer a dar cinco golpes cuando con cualquier otro le bastaban con dos. Una bola super revolucionada que buscaba el revés del suizo  y que le obligaba a golpear por encima del hombro. Intensidad máxima, mentalidad a prueba de bomba, jugar cada punto como si fuera el último, no dar un respiro. Federer, que dominaba a placer al resto de los jugadores, no estaba preparado para  aquello. Nadal no era un tenista. Era un guerrero.

También ayudó el hecho de que 10 de los primeros 17 partidos que disputaron se jugara sobre tierra batida, una superficie que siempre ha potenciado las virtudes clásicas del juego de Rafa. Federer estuvo cerca de la victoria en 2016, primero en Monte Carlo y sobre todo después en Roma, donde disfrutó incluso de dos puntos de partido. Pero el rey de la tierra no se rindió y volvió a dar otra imposible vuelta de tortilla al partido para acabar ganándolo.

Nadal ha limitado considerablemente el impresionante palmarés de Federer . Son seis finales de Grand Slam en las que ha salido derrotado ante el balear, a lo que hay que añadir las semis de Roland Garros de 2005 que fueron, sin duda, una final anticipada. Mariano Puerta seguramente no hubiera sido rival para Roger como no lo fue para Rafa. Sin Nadal, Federer hoy podría lucir al menos cinco entorchados en cada uno de los torneos del Grand Slam.

Con el tiempo, la rivalidad entre estos dos genios fue perdiendo intensidad. Después de la final de Australia de 2009 quedó claro que Nadal dominaba con autoridad y las victorias de  Federer llegaban cada vez más espaciadas. Rafa estableció una notoria superioridad psicológica sobre el suizo que Toni Nadal plasmó explícitamente cuando expresó públicamente su alegría por la victoria de Federer sobre Djokovic -la bestia negra de Rafa- en las semis de Roland Garros 2011. No cabía ninguna duda de que el clan Nadal no temía en absoluto a Federer.

La victoria del suizo en la final de Basilea 2015, en su casa y bajo techo, parecía que entraba dentro del guión. Un partido en las condiciones más favorables que le servía a Federer para maquillar algo sus números.

Pero llegó la final de Australia, un partido épico en el que cambió algo más que el 18 que subió al casillero de títulos de Grand Slam de Federer. Al reinventado Nadal, ciertamente más directo y agresivo, ya no le daban las piernas para aquellas defensas sobrehumanas de antaño ni su brazo podía ya liftar tanto la bola. El suizo pudo atacar el revés a la altura de la cintura y fue precisamente por ese lado, su tumba tantas otras veces, por donde ganó el partido. La fórmula mágica había dejado de funcionar.

Algo que se confirmó totalmente en la exhibición con la que Roger arrasó el miércoles a Nadal. En solo 5 juegos el suizo ya llevaba 7 winners de revés, dominó el partido de cabo a rabo con una superioridad absoluta y demostró que buscarle el revés ha pasado a ser de estrategia infalible a derrota segura.

Federer consigue por primera vez tres victorias consecutivas sobre el balear. Empata a 9 sus duelos sobre superficie dura y se vuelve a poner por delante 11-10 si se excluyen los partidos sobre tierra batida.

Lo malo para Nadal no es que Federer le haya eliminado del torneo, estando ya fuera Djokovic y Murray. Ni que le haya dado un repaso en el que se le ha visto desbordado e impotente, como no se recuerda otro similar en su carrera. Tampoco es lo más grave que apenas haya podido forzar una única bola de break en el partido -por cierto, la primera que afronta el suizo en el torneo-, ni que se haya quedado sin una estrategia clara para afrontar los partidos ante el suizo.

En realidad, lo peor para Nadal es que la superioridad psicológica que ha mantenido tantos años sobre el de Basilea se ha desvanecido completamente como por arte de birlibirloque. Oyendo las declaraciones de Federer pareciera que está deseando jugar cada semana con su gran rival. Y no es solo que el helvético haya perdido todo complejo, es que el miércoles  jugó con una fluidez, soltura y facilidad inusuales en un partido de competición. Hasta se permitió frivolidades de exhibición de veteranos, como el resto sobre la línea de saque o los intentos de dejada de ida y vuelta a lo Santana.

No sé cuantos partidos de esta gran rivalidad quedan por llegar. Hace años leí que cuando Federer y Nadal jugaran en el circuito de veteranos, Rafa no tendría ninguna oportunidad porque sus cualidades físicas y mentales son más perecederas.  Prever el futuro es imposible, los momentos de forma van y vienen y Nadal se ha caracterizado siempre por su capacidad para encontrar soluciones. De lo que no cabe duda es que la rivalidad más mágica de la historia del tenis ha resurgido y que esta vez es Federer quien tiene los triunfos en la mano.